
«En verdad que me he comportado y he acallado mi alma como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma» (Salmo 131:2).
Leer: Salmo 131
Lecturas: Isaías 43–44; 1 Tesalonicenses 2
Uno de mis nietos, André, de tres años de edad, tiene la peculiaridad de preocuparse por su hermano mayor que tiene seis años. Esto es una muestra de amor. El es un niño amoroso. Te abraza, te besa, es delicado para pedir una cosa: «por favor, puedes darme esto…» Como niño, está mostrando amor y recibiendo amor. Amar y ser amado es lo que hace feliz a una persona. El amor de un niño es como el de Dios: abraza con sencillez y pureza. He visto a André muchas veces cómo abrazaba a su madre y viceversa.
Mientras le abrazaba, di gracias de que, aun sin siquiera intentarlo, él me recordó lo que significa amar y ser amado. A veces, pienso que olvidamos que nuestro andar de fe consiste en aprender a experimentar el amor —el amor de Dios— más profundamente de lo imaginable (Efesios 3:18). Si lo olvidamos, podemos parecernos al hermano mayor en la parábola de Jesús sobre el hijo pródigo, intentando ganarnos la aprobación del Señor, pero olvidando todo lo que ya nos ha dado (Lucas 15:25-32).
El Salmo 131 es una oración bíblica que puede ayudarnos a volvernos «como niños» (Mateo 18:3) y dejar de luchar mentalmente contra lo que no entendemos (Salmo 131:1). Por eso, al pasar tiempo con el Señor, recuperamos la paz (v. 2) y la esperanza que necesitamos (v. 3) en su amor… tan arrullados y tranquilos como si volviéramos a ser niños en brazos de nuestra mamá (v. 2). — mrb.
En Efesios 3:17-19, Pablo busca que los creyentes necesitados de amor lo encontremos en Cristo. Él ora que los de Éfeso, experimenten al máximo la presencia y el amor del Señor, su poder y su fidelidad, sus misericordias y sus bondades y su señorío en sus vidas, cuando dice «para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…» (v. 17).
Pero quiere que estén «arraigados y cimentados en amor» (v. 17). El amor es el suelo donde el creyente puede permanecer firme. El amor de Dios que nunca cambia, no decae, que es más grande que nuestros problemas y necesidades. Dios nos extiende sus brazos de amor, y nos dice: «Venid a mí, si estás trabajado y cargado, cansado que yo te haré descansar».
Qué hermoso es experimentar no solo entender con el intelecto el amor de Cristo. Conocer el amor de Cristo en el diario vivir es la esencia de la más completa plenitud. Su amor sana, bendice, perdona, alienta, restaura, abriga. En la cruz nos dijo: Te amo.
«Señor, ayúdanos a refugiarnos más profundamente en tus brazos de amor».
Como niños, podemos aprender a descansar en el amor de Dios.
Ten buen ánimo!!