
Respondiendo él, dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo». (Lucas 10:27)
La porción de la Escritura de hoy trata de una pregunta que surge a raíz del mandamiento de Jesús de amar al prójimo.
El texto dice claramente que el que interroga lo hace para justificarse, pero la misma pregunta puede surgir en nosotros si queremos obedecer sinceramente el mandamiento de Dios: ¿A quién debo amar? ¿Quién es mi prójimo?
La parábola del buen samaritano cuenta cómo el «prójimo» no se limita a los vecinos de la casa de al lado, ni a nuestros familiares y amigos.
En la parábola, alguien es asaltado y dejado medio muerto, y la gente respetable que pasaba por allí no le auxilia. Pero entonces se acerca un samaritano, un extranjero, quien pertenece a un pueblo despreciado por los judíos. De él no se espera ayuda alguna y sin embargo tiene compasión, y ayuda al hombre y cubre todas sus necesidades.
Esto es exactamente lo que Jesús llama «amar al prójimo». No debemos preocuparnos sólo de las personas que nos caen bien y con las que tenemos una relación estrecha, sino de todos los necesitados que se cruzan en nuestro camino.
No sólo debemos amar a las personas que nos agradan, sino a todos los que nos rodean y necesitan ayuda. Este es un reto enorme. Pidamos a Dios que nos ayude y nos guíe en nuestro intento de obedecer este mandamiento.
¿Amas a tu lado?