Así como también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. (1 Corintios 10:33)

Amar a aquellas personas que nos tratan injustamente o cuyo comportamiento es simplemente molesto, puede ser muy difícil y abrumador.

San Pablo nos ofrece una perspectiva útil. Él argumenta que debemos buscar el bienestar de nuestro vecino, incluso si eso significa renunciar a algo por el bien de su conciencia. Porque, dice Pablo, «trato de agradar a todos en todo lo que hago, no buscando mi propio interés, sino el de muchos, para que se salven» (1 Corintios 10:33).

Un capítulo antes, lo expresó de esta manera: «Me hice débil para los débiles, para ganar a los débiles. Me he hecho todas las cosas a todas las personas, para salvar a algunas a toda costa» (1 Corintios 9:22-23).

Negarnos ciertos derechos por el bien de la conciencia de alguien tiene sentido en la perspectiva de la eternidad: si nuestro comportamiento puede dañar su fe o su crecimiento espiritual, vale la pena renunciar a ella. Porque la eternidad es mucho más importante que cualquier cosa aquí y ahora.

¿Esta perspectiva te ayuda en tus luchas diarias?