
De cómo iba yo con la multitud y la guiaba hasta la casa de Dios,
Con voz de alegría y de acción de gracias, con la muchedumbre en fiesta.
¿Por qué te desesperas, alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues he de alabarlo otra vez
Por la salvación de Su presencia.
Dios mío, mi alma está en mí deprimida;
Por eso me acuerdo de Ti desde la tierra del Jordán,
Y desde las cumbres del Hermón, desde el monte Mizar.» (Salmo 42:4-6)
Cuando David escribió este salmo, él se encontraba en una situación desesperada. Anhelaba estar en la presencia de Dios, pero se sentía olvidado y solo. Sus enemigos se burlaban de él y aumentaban su sufrimiento preguntándole: «¿Dónde está tu Dios?». David no tenía respuestas. Él mismo estaba confundido y desesperado. Con todo, él tenía recuerdos de alegres celebraciones en la casa de Dios, y estos recuerdos le daban esperanza de que su situación cambiaría y él nuevamente alabaría al Señor. Las memorias le recordaban que Dios era su salvación, lo cual era razón suficiente para no seguir abatido y atribulado.