«Ahora bien, hermanos, con respecto a los tiempos y a las épocas, no tienen necesidad de que se les escriba nada. 2 Pues ustedes mismos saben perfectamente que el día del Señor vendrá así como un ladrón en la noche; 3 que cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de parto a una mujer que está encinta, y no escaparán.4 Pero ustedes, hermanos, no están en tinieblas, para que el día los sorprenda como ladrón; 5 porque todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. 6 Por tanto, no durmamos como los demás, sino estemos alerta y seamos sobrios. 7 Porque los que duermen, de noche duermen, y los que se emborrachan, de noche se emborrachan. 8 Pero puesto que nosotros somos del día, seamos sobrios, habiéndonos puesto la coraza de la fe y del amor, y por casco la esperanza de la salvación. 9 Porque no nos ha destinado Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, 10 que murió por nosotros, para que ya sea que estemos despiertos o dormidos, vivamos junto con Él. 11 Por tanto, confórtense los unos a los otros, y edifíquense el uno al otro, tal como lo están haciendo» (1 Tesalonicenses 5:1-11).

En sus cartas a los Efesios y a los Tesalonicenses, Pablo contrasta el vivir en las tinieblas con el vivir en la luz. Vivir en las tinieblas significa vivir sin Dios. Esto da lugar a «obras sin fruto de las tinieblas», como la inmoralidad sexual, la avaricia y la insensatez.

Los creyentes son «luz en el Señor», es decir, «pertenecen a la luz». Este hecho debe ser visible en nuestras vidas. Los creyentes debemos alejarnos de las obras de las tinieblas y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Pero eso en ocasiones es complicado, sobre todo cuando estamos rodeados de tinieblas espirituales.

Con frecuencia, nos sentimos tentados a ser deshonestos, mentir, codiciar o tratar a los otros injustamente. Sobreponerse a estas tentaciones es una gran lucha. Por eso, Pablo escribe sobre la coraza y el casco espiritual, que son necesarios para defendernos y luchar contra el pecado.

Pablo dice que «la esperanza de salvación» es como un casco que nos permite defendernos y luchar contra el pecado, ya que pone la tentación en perspectiva. Las cosas terrenales son débiles en comparación con el «peso eterno de gloria que no tiene comparación» que Dios promete a sus hijos (2 Corintios 4:17).

¿Y tú, cómo te defiendes de las tentaciones?

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