De la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo:
«Esta es ahora hueso de mis huesos, Y carne de mi carne. Ella será llamada mujer, Porque del hombre fue tomada» (Génesis 2:22-23).

Las palabras castellanas «hombre» y «mujer» reflejan los originales hebreos. En ambos idiomas, existe una clara conexión entre las dos palabras. Esto se remonta al relato de la creación en Génesis 2, cuando Dios hubo creado el mar y la tierra con su vegetación y sus animales, formó un hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente (Génesis 2:7).

Este hombre era bueno, era la obra maestra de Dios. No obstante, le faltaba algo. Dios mismo dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea para él». Entonces, Dios hizo caer en un profundo sueño sobre el hombre, tomó una de sus costillas y la convirtió en mujer.

El puto aquí no es científico, y existen diferentes perspectivas sobre la historicidad de Ada y Eva.

Más bien, este pasaje nos relata la autoridad, dominio sobre la creación y narrativa que Dios ha dado al ser humano como mujer y hombre. Al igual que el hombre había dado un nombre a todos los animales, él dio un nombre a su mujer. La llamó “mujer” porque había salido del hombre. Era hueso de sus huesos y carne de su carne. Era claramente diferente, pero no por ello menos humana. Ella era la compañera que él necesitaba.

¿Sabías que la palabra «mujer» tiene un significado tan profundo?

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