
«Antes que los montes fueran engendrados, Y nacieran la tierra y el mundo, Desde la eternidad y hasta la eternidad, Tú eres Dios (Salmos 90:2).»
Somos criaturas momentáneas. Los seres humanos nacemos, crecemos y morimos. Las generaciones van y vienen, e incluso el universo tuvo un comienzo y será renovado cuando Jesús regrese.
Nos resulta difícil imaginar que todo pueda ser diferente.Pero Dios es absolutamente de otra naturaleza. Él creó el tiempo y el espacio, con la diferencia de que él mismo existe para siempre. Él trasciende el tiempo y el espacio; no tiene principio ni final.
Para nosotros, los humanos, este concepto es difícil de entender. Al mismo tiempo, es alentador que nuestro Dios no esté al mismo nivel que los hombres. Él trasciende el tiempo; no tiene principio ni final. Dios no depende de nuestras limitaciones.
Él no cambia, y no está limitado a un lugar físico. Cuando pensamos en esto, nos llenamos de asombro.Los humanos somos temporales, pero en Jesús, compartimos su eternidad. Como esta escrito:»Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que mira al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Juan 6:40).
¿No es ésta una promesa increíble?